Entretenerse en un autobús


En cuanto se salga a la autovía se puede empezar por un “Antonio robó pan en la casa de San Juan”. Bien, ¿Cómo va esto? Yo empiezo acusando a uno de robar pan, pero de buen rollo, sin acritud. El acusado, sorprendido exclamará “¿quién yo?” poniendo la cara como si nunca hubiera robado un donut en su puta vida. Es ahí cuando todo el bus se tiene que venir arriba y gritar “Síiiii tú” pero sin empujar, ni insultar, ni tirar piedras… de buen rollo, sin acritud. El asqueroso cobarde de acusado, al ver la que se le viene encima, no aceptará su culpa y exclamará “Yo no fui”, a lo que el populacho, sediento de sangre y con la única intención de encontrar una cabeza de turco, contestará: “¿entonces quien?” Y el judas, por treinta piezas de plata, acusará a otro “Fue Felipe”… y… vuelta a empezar: “Felipe robó pan…

Esta canción, al igual que la del elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña son muy socorridas pues duran de cohone.

Pero si nos quedamos sin repertorio, pase lo que pase, NUNCA se debe cantar esa de “Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras”. ESTA CANCIÓN ESTÁ TERMINANTEMENTE PROHIBIDA. ¿Por qué? Porque siempre acaba pasando lo mismo:

La cosa empieza bien:

Por el mar corren las liebres, por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, ¡tra-la-rá!, por el monte las sardinas, ¡tra-la-rá!

Pero es a los pocos segundos cuando empiezan las gracietas:

Las migas no estaban fuertes, las migas no estaban fuertes, y apenas se repiten, ¡tra-la-rá!, y apenas se repiten, ¡tra-la-rá! …mientras se van empañando los cristales.

Y nos venimos arriba en seguida:

El chofer es muy agradable, el chofer es muy agradable, y qué bien coge las curvas, ¡tra-la-rá!, y qué bien coge las curvas, ¡tra-la-rá!

Llegando a su máximo esplendor en el viaje de vuelta:

Aquí no huele a montuno, aquí no huele a montuno, y no cantan las axilas, ¡tra-la-rá!, y no cantan las axilas, ¡tra-la-rá!

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