Los smartphones nos están
jodiendo, pero bien.
Qué gran verdad eso de “la felicidad de la
ignorancia”. Bueno, nosotros seguimos siendo ignorantes, los inteligentes
son los teléfonos, luego somos “Ignorantes Infelices”.
Infelices porque antes te podías tirar dos horas de
reloj en la barra de un bar discutiendo a grito pelao con tu amigo sobre quién
marcó el sexto gol en el famoso España-Malta (fue Maceda, que lo acabo de mirar
en la Wikipedia) y eso llevaba a conversación – discusión – quéteapuestas
y una nueva ronda de cervezas.
Infelices porque antes llamabas a casa de tu novia y
si no te lo cogía pensabas: no está, ya habrá salido. Pero ahora
no, ahora te pones de los nervios porque no sabes por qué narices no te
contesta al guasa si hace dos horas que tiene el doble check en azul.
Infelices porque ves en el facebook que tus colegas
se lo están pasando genial en una ruta otoñal por Montánchez a la que decidiste
no ir porque eres tan buena gente que no querías madrugar para que Dios ayudase
a otra persona y ahora estás en casa tirado en el sofá y casi literalmente
tocándote los cataplines. Y ahora tienes que mentir porque tu infelicidad se
convierte en una envidia que te reconcome y te publicas una foto de tus pies
enfundandos en unos calcetines de colores con la tele al fondo y la cita: “tarde
de peli y palomitas en la mejor compañía” para que así se jodan y se
pregunten tus colegas con quién andarás.
Infelices porque yo antes podía decir que la ruta
son de unos 15 kilómetros y si me perdía pues aquí no se enteraba ni Perri,
salvo que amaneciera un par de veces antes de acabar la ruta. Pero ahora no,
ahora te pierdes y más de un cabrón te dice: “te has salido del track” ¿Track?
¿Qué track niochocuartos? ¡pero si voy por camino! o “llevamos 7
metros más de lo que has dicho” ¡Pues no haberte desviado para ir a
mear! o “la ruta no es exactamente circular pues el desnivel
acumulado subiendo es…” ¡es la ostia que te voy a dar como no te calles!.
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