Alpargatero, garrapatero, primastro, cinéfilo y cinéfago, mangurrino, croquetero, colchonero y, la verdad, no muy bien de la cabeza. Blog de humor inspirado en hechos reales.
Cánovas, Mercado Negro
En mi época de colegial teníamos juegos perennes (el yuyu, fútbol, tirarse piedras…) y juegos estacionales, los cuales, podían
venir marcados:
- Por la meteorología: Con los calores, por ejemplo, tirábamos globos de agua a los coches que circulaban con la ventanilla bajada y con las lluvias hacíamos presas.
- Por la imposición del macho alfa del colegio, que generalmente era un repetidor a lo Bud Spencer: Que se presentaba con bolindres… ¡Todos a jugar a los bolindres! Que le daba por venir con una Peonza… ¡Todos a sacar la peonza! ¿Chapas?… ¡Todos a sacar las chapas!
- Por las campañas de Marketing: Esto era común en los cromos. Los Panini & Cia te regalaban unos cuantos sobres y por una temporada ya caías en las redes del sile-sile-nole-nole.
Pero hay una estación por excelencia en las que se te abría un amplio abanico de juegos: la Navidad. Y no precisamente porque estuviéramos de vacaciones, sino porque llegaba a Cánovas nuestro “Mercado Negro”.
Nuestra posibilidad, única en el año, de abastecernos de todo tipo de material prohibido tanto en casa como en el colegio: petardos, bombas fétidas, navajas de mariposa (que hoy son de Cani, pero por entonces eras un Bruce Lee de la vida) y spray de copos de nieve.
En el barrio llamábamos a nuestro proveedor Dimitri, porque creíamos que era ruso. No sé si por el parecido físico o por la influencia yanqui de los finales de la Guerra Fría, pero esa nacionalidad ya lo hacía más ilegal si cabe.
Ahora, a la vejez viruela, me entran ganas de pararme delante del hombre y darle un abrazo por los buenos momentos que me hizo pasar en mi infancia.
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