La Vera

La Vera, tierra imperial y del pimentón.

Yo soy muy de pimentón. He de confesar que cuando lo descubrí, se lo echaba a todo: a las patatas, al huevo frito, al filete, a la sopa, al yogur…  ¿que no tiene sabor? un poquito de pimentón, ¿que me he quemado con la plancha? un poquito de pasta de dientes con pimentón ¿que me tropiezo y me hago una brecha de diez centímetros? Empiezo a echar pimentón en cantidades industriales hasta que para sólo.

Ya se me ha pasado un poco el ansia de este delicioso condimento, tan sólo se lo hecho a alimentos que no serían nada sin él, ¿te imaginas un pulpo a la gallega sin pimentón? Que por cierto, en Galicia el pulpo a la gallega es pulpo “a feira”, lo que no sé es como llaman entonces a la atracción más famosa y longeva: “el pulpo de la feria”…  Ah!! Espérate!! Manda cohone!! que al suculento molusco tampoco lo llaman “pulpo”!! que lo llaman “polbo” ¿polbo a feira? entonces el problema está ahora en cómo le dices a una gallega que te acompañe al descampao detrás de las casetas… Pero bueno, que me desvío del tema.

La Vera también es historia y tradiciones, que son parte de su – nuestra - cultura. Ya os conté en su día la leyenda de La Serrana (muerte por kiki) y la Herme “El Vepo” (fiel escudero de Carlos V), y es hoy cuando os presento a uno de los personajes más ilustres: “El Peropalo”.

Descrito como “ladrón, malandrín y bastante putero” este señor fue condenado a muerte por el pueblo y quemado vivo en su plaza. Eso era por entonces. En la actualidad este señor seguramente se hubiera dado a conocer en “Hombres, mujeres y viceversa”, estaría ganando una millonada contando sus intimidades en el “Sálvame” y/o siendo grabado en una isla perdida de la mano de Dios.

Se decía que Peropalo era un erudito en el arte de fornicar (que al contrario de lo que piensas, no se trata de una empresa de alquiler de coches). Peropalo en La Vera lo que Julio Iglesias en el resto del mundo, amos, que se había follado a toda la comarca. Que era fácil encontrar los pergaminos de antaño con una pintura de él y frases que rezaban: “Si tienes un calentón, te doy de mi pimentón”, “te voy a proponer un trato, tú te subes las enaguas y yo te meto el aparato”, “me pones peropalote… y lo sabes”.

 

Cansados de sus conquistas y sus saqueos, el pueblo salió a buscarlo para darle muerte de camino a la Sierra de Gredos, de donde se decía que vivía, huido de la justicia.

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