Los
mejores días en el colegio (aparte de las canículas, claro) eran los
"días especiales", esos que por el motivo que fuese, hacíamos algo
diferente. La cuaresma se iniciaba con uno de esos días especiales: el
miércoles de ceniza.
Nosotros
celebrábamos Misa con la debida imposición de la ceniza, lo que pasa es que en
mi colegio no disimulaban mucho y prácticamente te la imponían directamente
desde el cenicero blanco de Cinzano que siempre había en la sala de profesores.
Recuerdo
que al salir nos mirábamos la cabeza e intentábamos vaticinar marca, origen y
procedencia al más puro estilo Eli Wallach (inolvidable Tuco de El bueno, el
feo y el malo): “Ducados, 2 horas, Don Abelardo”… “Fortuna, de ayer,
Doña Julia”.
También deciros que salíamos un poco acojonaos de lo que viene
siendo la ceremonia, por lo que estas dudas que nos surgían siempre se lo
preguntábamos al Simeón, el repetidor de doble año; que no sabría sumar ni
ponerle la tilde a su nombre pero que tenía más experiencia en la vida que
nosotros, aparte de dar unos guantazos con la mano abierta la mar de
convincentes en caso de disputa.
-¿habéis visto lo que decían mientras te echaban la ceniza?
-Que “polvo eres y en polvo te convertirás”
-Amo no me joa!! Has oío mál!! Habrán dicho que “de un polvo
vienes y hecho polvo acabarás”.
Pero
como todo en esta vida, la cuaresma, tenía también sus pros y sus contras.
A
esta época le sacaba un provecho mi padre… ¿Que llegaba el momento de la paga y
mi padre no tenía suelto? Estamos en cuaresma, hijo, tiempo de ayuno y
sacrificio.
Y
luego estaba el temita de la vigilia.
¡Qué
me fastidiaba a mí las celebraciones de cumpleaños en época de cuaresma!.
Siempre eran en viernes y ahí estaba todo el mundo con sus medias lunas de
mortadela con aceitunas y yo a base de cortezas de El Gallo. Sí, de esas que te
añurgaban si no las acompañabas de agua.
No os digo ná si el cumpleaños era en el Golden: 7 hamburguesas
con doble de bacon... y un sándwich vegetal.
Lo
de no poder comer carne nunca lo llegué a entender, pero mi madre siempre me
decía antes de salir de casa: “como me entere yo que comes carne…” No
había nada más que decir, yo ya estaba acojonado por el resto del día. Si el
Mogwai llega a tener una madre como la mía, los Gremlis no hubieran existido en
la vida.
Esa
era una de las frases típicas de mi madre de las que no he sabido quitarme
el trauma. Vamos, ésta y otras del estilo:
“como
tenga que ir yo…” Me ponía a buscar cualquier cosa en casa, pero nunca
encontraba nada, aunque en mi defensa diré que mi madre siempre me decía
“búscalo ahí al lado de eso donde estaba… por ahí mismo”, y joder, yo con esas
pistas no puedo.
“Bébete el zumo RÁPIDO que se van las vitaminaaaaaaas”.
Puedo tomarme un bourbon de 97 grados de un golpe sin rechistar debido al
entrenamiento que tuve de pequeño tomándome zumos de naranja atoaostiaysincolar
para que no se fueran las vitaminas.
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