Todo PADRE tiene su momento


Soy un apasionado del café y de las frikitazas tematizadas y ese momento se alinea, cada día, a las 6:50, a caballo entre el pipí y el popó mañanero.
A esa hora no hay ruido, me dirijo a paso de
ninja por el pasillo evitando pisar los cuerpos desmembrados de los playmobils que perecieron en la batalla contra el kraken de mi hijo hasta alcanzar mi objetivo, la cocina.
Ahora la única preocupación en este (mi) momento es declinarme por La Fuerza o por Tarantino. El silencio, mi bata y unas tostadas incrementan mi felicidad, que sería completa si viviera en una casa a las afueras de Wisconsin y tuviera el periódico del día en el felpudo de mi puerta.
Echado el primer sorbo, mi intestino empieza a trabajar en la mezcla como si de una hormigonera se tratase.
Sé que tengo los minutos contados antes del apretón, así que he de apurar mi puesta al día, aunque sea en formato digital.
Las noticias y una consulta a las redes sustituye la programación habitual de mi tablet y he de confesar que en el mundo de Peppa Pig se vive mucho mejor.
Apago la tablet y me quedo en mi mundo: con los hermanos Vega, la Novia, los Chungos, el Soldado Imperial y con José y su suegro Amadeo.
Es mi momento.

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