5 cosas que han desaparecido en Cáceres, o que no sabías que existieron


1. Recreativos.

Los recreativos no sólo era el local donde poder disfrutar de los futbolines y de los videojuegos que lo petaban por entonces: los comecocos, el donkeykong, la nave esa que podías mover de derecha a izquierda y disparaba a marcianos a tropel... no no. Los recreativos eran algo más: te convertían en un hombre y tenías que acudir a ellos si querías ser alguien en tu pandilla o colegio.

Con tu paga de 5 duros (0,15€) podías comprarte unos gusanitos y unas golosinas o... cruzar la línea. Esa línea que separaba el bien del Lado Oscuro, la infancia de la adolescencia.

Ahí podías ver cómo los mayores podían conseguir un cigarrillo de estraperlo, cómo las no tan niñas escribían sobre sus carpetas decoradas de la Super Pop, como se manipulaba las monedas - con taladro e hilo - para sacar partidas gratuitas... Sodoma y Gomera, vamos.

Yo era de "Campeón", aunque no me puedo olvidar de "El Chozo" (iba poco porque me daba un miedo de cojones entre lo oscuro que era el local y el dueño con ese perraco y su riñonera) ni de "Reprix" (donde había scalextric y mesas de ping pong).

2. Sesiones dominicales de cine.

Mis padres siempre han sido muy cinéfilos y me metieron el gusanillo del séptimo arte en el cuerpo. Pero me lo metieron bien, por el Método Ludovico, ese de la Naranja Mecánica.

Tenía el adorado cine Astoria al lado de casa y mi madre me pagaba la sesión dominical infantil para que pasara el rato. Pero ¡coooño con el rato!. Ahí entrabas y ya no volvías a ver la luz del sol. Sabías que en el momento en el que ese hombre te rasgara el billete entrarías en un túnel del tiempo en el que no sabrías cuándo ibas a salir.

Me acuerdo un domingo de Todos los Santos que entré a ver "La Historia Interminable" y "Chiti, Chiti, Bang, Bang" y cuando llegué a casa mi madre estaba poniendo el Belén.

Digno de mencionar cuando fui a ver "El planeta de los simios". Sabía que eso me iba a pasar a mí, sabía que llegaría el día que saliera del cine y aquello habría cambiado tanto que me iba a encontrar a la estatua de Gabriel y Galán en el suelo... ¡Malditos! ¡Lo destruyeron todo!

Bueno, la verdad es que un día me desperté y ya no estaba el Astoria, ni el Coliseum... ya no existía la majestuosidad de un cine, ya no era rentable... ¡Malditos! ¡Lo destruyeron todo!


3. Ferias San Miguel.

Sí, queridos lectores, había DOS ferias en Cáceres. ¿hace falta que diga algo más?

No sé deciros porqué nos decantamos por la feria de mayo porque he intentado buscar en google "San Fernando Cáceres" y me sale que se tarda 3h y 41 minutos por la A-66.

4. La droga en los colegios.

Esto ya no se ve, pero en los 80 había una alarma social - provocada seguramente por la AMPA - que lo que venían a decirte es que regalaban droga en los colegios:

¡Hijo! ¡No aceptes caramelos en el colegio que llevan droga!

¡Hijo! ¡No aceptes los cromos que te regalan en el colegio que llevan droga!

Que los yonkis eran gilipollas y se dedicaban a regalarla con su jeringuilla y todo a cambio de un cromo de Hugo Sánchez, vamos.
No sólo era en los colegios, sino que toda zona abandonada cercana a donde pudiera haber niños era considerada zona ZEPY (Zona de Especial Protección al Yonki):
- El local derruido y pintarrajeado al lado de la pista de fútbol del Parque del Príncipe.
- Lo oscuro de las pistas de La Madrila. Éstas, además, cumplían dos requisitos pues lindaban con el Colegio Nazaret.
- El Parque del Rodeo, en toda su magnitud.
...
Aquel paraje que no estaba debidamente alumbrado o aquel local que llevaba más de un día cerrado... ya estaba lleno de "drogadito y jeringuillas".

5. El Personaje.

Llevamos muchos años con la hegemonía de Pitoño, pero esta ciudad ha dado grandes personajes: desde el famoso Nano, hasta Zacarías y su muleta, incluyendo a Leopoldo con su bici, pasando por el Lucas que te pedía/robaba por los botellones o el gran Eusebio el batería. Me quedo con este último, pues le tenía un gran cariño.

Famoso era por su manejo de la batería pero igual lo era por su fervor a la Semana Santa Cacereña.

Él quería ir en la procesión con su tambor pero incomprensiblemente las bandas no le dejaban tocar en ella, así que se decantaba por la opción de "hermano de luz", el capuchón de toda la vida, vamos.

Era fácil averiguar cuál de ellos era Eusebio: tenía la túnica sin planchar con arrugas acumuladas de varios años, unos agujeros en el capuchón  - supuestamente para los ojos - tan grandes que descubrían media cara, y un sonido peculiar que realizaba con la boca o con la garganta - irrepetible - con el que se pasaba saludando durante toda la procesión.

Pero todas las anécdotas se quedan cortas comparado con la ocurrida el Domingo de Ramos del 96. Esperaba en la plaza con un par de amigos la famosa procesión de la burrina y vemos aparecer la tierna imagen de los niños con sus palmas. La ternura se transformó en risas y carcajadas cuando surge Eusebio, detrás del paso, entre las autoridades, con una rama de palmera de unos tres metros de altura.
Qué grande eres, Eusebio.

5 comentarios:

  1. ...Y si osabas saludarle con un ¡Adiós Batería!te respondía con un "¡Arrascamela que la tengo fría!"
    ¡Mítico aquel Domingo de Ramos Alpargatero Garrapatero!

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  2. Pues yo era más de Zacarias. Jamás olvidaré el día en que mantuvo a todos los integrantes de la parada de Gil Cordero secuestrados en un portal. Él, hábil estratega, se colocó oculto a un lado de la puerta y cuando intentábamos salir, aparecía como de la nada su archiconocoda y nunca suficientemente temida arma mortal: la muleta. Más de uno se llevó un muletazo en las costillas...
    Magnificos recuerdos garrapatero.

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    1. Algunas noches creo escuchar el sonido de la muleta... Clin, clin, clin...

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