Los
mejores días en el colegio (aparte de las canículas, claro) eran los
"días especiales", esos que por el motivo que fuese, hacíamos algo
diferente. La cuaresma se iniciaba con uno de esos días especiales: el
miércoles de ceniza.
Nosotros
celebrábamos Misa con la debida imposición de la ceniza, lo que pasa es que en
mi colegio no disimulaban mucho y prácticamente te la imponían directamente
desde el cenicero blanco de Cinzano que siempre había en la sala de profesores.
Recuerdo
que al salir nos mirábamos la cabeza e intentábamos vaticinar marca, origen y
procedencia al más puro estilo Eli Wallach (inolvidable Tuco de El bueno, el
feo y el malo): “Ducados, 2 horas, Don Abelardo”… “Fortuna, de ayer,
Doña Julia”.
También deciros que salíamos un poco acojonaos de lo que viene
siendo la ceremonia, por lo que estas dudas que nos surgían siempre se lo
preguntábamos al Simeón, el repetidor